A los que siempre han estado muy lejos
Decimos que respeten el monumento de Navarra a sus muertos en la Cruzada en su integridad, porque éste testifica a los que murieron por Dios y por España siguiendo a su Diputación Foral como primer voluntario frente al comunismo, la persecución religiosa, la dictadura del proletariado y el separatismo. No es un monumento a los amigos del Moscú de Stalin, ni a la fea aldea de un Sabino Arana. Realmente, el monumento no se construyó contra nadie. Asume el paso del tiempo que suaviza y repara, y la reconciliación -no olvido- realizada a nivel popular. El monumento explica la caída del muro de Berlín y de la tiranía comunista, y, ahora, explica el turbio afán por separar a Navarra de su historia, por blanquear el terrorismo, y la agitación para traer una IIIª República.
El mal viene de atrás y se
ha ganado a pulso. Hace 46 años un amigo conservador ironizaba sobre nuestro “vaticanito”, esta hermosa
basílica-panteón, que gozaba de un culto divino frecuente y regular, y es un
precioso recuerda. ¡Ay si fuera el recuerda de los brigadistas,
milicianos y gudaris…! ¡Qué no dirían y harían unos y otros!
Los dieciséis
intelectuales -respetarles no impide
discrepar (SP’ nº 850)- que buscan convertir el monumento en el Museo de
la Ciudad de Pamplona, se quejan del maltrato
que ellos y su iniciativa han recibido de la Administración pública de la Sra.
Chivite, socialista y aliada con Bildu. ¿Pero qué esperaban? ¿Desde cuándo la omisión
durante décadas pueden con el sectarismo
ideológico, activista y prepotente?
Examínense los dieciséis si se les puede felicitar a ellos. ¿Qué han hecho por el monumento durante décadas? ¿Qué hicieron por enseñar? Me temo que nada. Y aquel magnífico libro que da voz a los voluntarios -mejora el sólo descriptivo de Aróstegui-, no puede ignorar que el monumento es su mejor voz. Más: ¿dónde estaban los dieciséis cuando la basílica del monumento se abría y se celebraba el culto divino en ella antes de su penosa entrega en 1997, y cuando ocurría lo mismo con su cripta desde el año 2000 hasta hoy mismo? Si nunca se les ha visto, estará bien que no hagan de Salomón. Sí, es preciso ser púgil en la arena, y trabajar contracorriente no sólo en las cosas de Dios.
Somos los primeros en examinarnos
si durante décadas hemos dado la espalda al monumento, si lo hemos ignorado a
pesar de ser lugar de culto divino, una memoria viva, si nos hemos involucrado
en él y en su significado. Si hemos fallado, ¿podremos desbaratar “una especie
de purificada utopía” que pretende amedrentar y humillar a lo Talibán con un “uso
sistemático de la Historia como arma” (S. Payne)? Por su penosa omisión, la
cultura local, la universidad, los arzobispos y los sucesivos Gobiernos de UPN,
han fracasado rotundamente a largo plazo.
El espíritu conservador, individualista,
complaciente y cómodo, busca vivir sin problemas, con prestigio profesional y pedigrí,
para así influir mejor -dicen- en la vida social. Elitista, admirado pero no
querido, refugiado en la inteligencia y los salones, evita la salpicadura social
de las “problemáticas” reales. Su rostro agujereado reduce el monumento a un “vaticanito”
molesto y un adorno con goteras, con casi cinco mil “problemáticos” nombres heroicos
-hoy tapados- inscritos en sus muros que recuerdan a quienes no tienen parangón
en la Historia y a quienes tanto se debe agradecer. Una hermosísima juventud y
madurez que sabía por quién vivía y, llegado el caso, por qué y quiénes moría.
Sumemos al conservador, la política liberal del cómodo y estéril laisser faire et laisser passer, y una partitocracia temerosa hacia el que trabaja y sobre todo brama. El vacío promovido por el liberalismo “católico” en la sociedad, se enfrenta ahora al vengativo totalitarismo comunista y separatista. Relean a Lenin. Dicho liberalismo “católico” ha perjudicado a Navarra, convertida en un bardal, y a los navarros en unos hijos y nietos irreconocibles. ¿Es eso lo que se quería? Las ilustradas luces son inútiles si hay dejación, que da paso al miedo frente el ruido y los panfletistas. Hoy sufrimos un enorme vacío de ideales, de prensa y organización.
La memoria del ayer es
fundante, aunque sea de muy distinta manera: en efecto, la tradición es reverencial
y la revolución, explosiva, cree que todos son de su condición a lo Katyn. ¿Se
acuerdan? El abandono de la memoria tuvo lugar en la Transición política de
1975, siendo una de las confusiones intencionadas el confundir la democracia
con el olvido del pasado histórico. Ante el “o todos o nadie”, los conservadores se olvidaron del pasado que los marxistas y separatistas ansiaban
tergiversar. No, no querían polémicas que “tiznaban”, y temerosos del “qué
dirán”, abandonaron en silencio.
Otear en lontananza la vida social desde la propia torre de marfil, permitía adivinar la lógica, segunda y gran ruptura política que hoy los talibanes comienzan a plantear con dureza. En esta nueva hora de la verdad, Navarra no debiera vivir de rentas espirituales, con pobres respuestas, y sin un espíritu propio.
Unos y otros invocan al pueblo aunque la voz política ha
monopolizado la voz social, y los partidos se han presentado como causa
ejemplar de la sociedad. A una izquierda
que actúa machaconamente sobre el pueblo, le “responde” la derecha dejándole
expedito el camino. Unos y otros pretenden hablar en nombre de una expectante
sociedad.
Sólo no puede hacer nada quien no quiere. En vez de convertirlo en museo, es la ocasión para albergar en el monumento una capilla a los navarros beatificados que, itinerantes, aún no tienen dónde. Esto no va contra nadie, pues los beatos perdonaron heroicamente.
Si el navarro se
avergüenza u olvida el monumento como es, quiebra su historia y su ser. Los
contrarios lo saben, y debieran saberlo los museólogos y la jerarquía
eclesiástica usufructuaria de la cripta. Si los casi cinco mil navarros de
todos los ámbitos sociales, son los que más hicieron en toda Europa, en
realidad lo están pagando muy caro. ¿Será por ser exponentes de la última
Cruzada en la vieja y nueva Europa?
José
Fermín
Publicado en “Siempre P’alante”,
nº 851 (8-V-2021), pág. 14.
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