La actual arremetida contra las realidades y símbolos del pasado -por ejemplo el monumento de Navarra-, no busca en primerísimo lugar resarcir a las víctimas que sufrieron aquel -sólo resarcen a algunas, no a otras y además lo hacen en contra de estas últimas- sino que se enmarca en un cometido más amplio y ambicioso.
De ahí que entresaquemos dos interesantes párrafos del artículo de Angel David Martín Rubio titulado: "24-octubre: el fin del mito de la transición" del 10-XII-2019.
"La primera transición había desembocado en la restauración de las formas políticas liberales en paralelo a un proceso de desmembración de la unidad de España, de precariedad social y de imposición de una cultura dominante de naturaleza esencialmente anticristiana. Entre 1996 y 2004 el Partido Socialista (y el resto de las fuerzas políticas de ultraizquierda) asumen como parte principal de su programa político la llamada recuperación de la memoria histórica y, cuando en 2004 el terrorismo logró invertir la política interna y externa de España, se inició una segunda transición que tiene como objetivo consumar la ruptura que no fue posible en 1976.
Si la primera transición se construyó sobre una utilización partidista de la historia, la segunda transición se está edificando sobre los materiales aportados por la ideología de la memoria, una peculiar forma de asumir el pasado de la España contemporánea, ajena al método histórico, y vinculada a un amplio cambio de mentalidades impuesto desde el poder. En realidad lo novedoso radica en la manipulación de la historia al servicio de un proyecto de dominación política (eso ya se venía haciendo) sino en la renuncia a un método de matriz historiográfica para adoptar la ideología de la memoria como cauce preferente para alcanzar el objetivo propuesto".
Por la copia
F. de M.
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