Opinión
La
actual agresión sistemática contra nuestros monumentos, se sitúa dentro de la estrategia
de manipulación marxista para llegar al poder y perpetuarse en él. Ahora se
añade como comodín para desviar la atención de la corrupción del PSOE. Divertimento
ideológico para algunos, para la gente es una tragedia. España es el lugar
preferido por vencer al comunismo y por su reconstrucción posterior, por su
significado en la Historia, por ser madre de las Américas, por su situación
geográfica, y por su enorme potencial de todo tipo.
Esta
estrategia de manipulación evidencia el objetivo de las actuales agresiones
contra todas las cruces en España, el Valle
de los Caídos en Madrid, y el monumento de Navarra a sus muertos en la Cruzada.
La
manipulación de un comunismo basado en la mentira, se practicó durante nuestra
guerra, luego en la Guerra Fría, y se agudizó cuando Carrillo y la Pasionaria
llegaron a España desde la URSS. El antifranquismo
se convirtió en un talismán, y UCD, PP y la Conferencia Episcopal... se
entregaron totalmente como si tuviesen que avergonzarse de algo y apostaron por
una falsa paz que ha devenido en
tragedia.
El
asalto final orquestado comenzó de repente, añadiendo hoy la necesidad de
desviar la corrupción del PSOE. Los cinco puntos de la estrategia son los
siguientes.
Primero.
La Revolución “progre” (marxista) se presentó como un mesías político, limpia y escondida en una lógica pseudorreligiosa.
Calla sin rubor sus grandes culpas. Enfatiza el mal ajeno que manipula y recrea.
Vean
tres de sus trampas: 1ª Demoniza todo
de la España anterior a 1978, que cataloga de franquista, sobre todo los pantanos. ¿Lo vemos en Valencia? 2ª Confunde
el monumento de Navarra con la exaltación del franquismo, aunque no verán signo alguno que lo muestre, conforme a
la voluntad expresa de la Diputación Foral. Sepan que el monumento se levantó al
esfuerzo heroico de gran parte de la Navarra frente al comunismo, y a su
elevadísimo número de muertos en el frente de batalla. Sólo el odio Talibán puede destruir, mutilar o
desvirtuar las construcciones levantadas por dos generaciones. 3ª. Desde 1939 todo
estaría podrido. Idealizada la IIª República, los salvadores del nuevo Frente
Popular (PNV incluido) traerán la Tercera, ocultando y mintiendo, con revancha
y trampas, todo tipo de miserias, la sangre del terrorismo de ETA y la muerte del 11M y el desastre de
Valencia. El PNV se aprovecha de ésta fuerza marxista, oculta las matanzas en
sus barcos prisión y cárceles en Bilbao…, y calla todo de él y sus aliados mientras
se miente sobre los nacionales.
Se
ha desmontado la leyenda negra contra
el Valle de los Caídos (Blanco 2009, Bárcena 2015…), pero aquí no interesa la
lógica racional. Ahora crean otra leyenda negra, con saña, contra el monumento
de Navarra, manejando con éxito y gráficamente asesinatos de retaguardia
condenables por todos, que nunca debieran anular la memoria del heroísmo de la
generalidad de Navarra y la nobleza e integridad de sus combatientes en el
frente de batalla. Confundir es muy viejo y feo. Tras
las inicuas exhumaciones de 2016 y la grave responsabilidad del arzobispado en
ellas, hoy han pactado destruir parte del monumento, y la “desaparición y demolición de criptas en las
que estuvieron enterrados los golpistas”. Esto es odio y saña…, a la vez que no se condena
el terrorismo etarra y se apoya a quien lo aplaude.
Han
creado un monotema. Provocan un hartazgo para que explote. Machacan de forma
burda en medios escritos, audiovisuales, y declaraciones de intenciones, que a
la gente le produce angustia, impotencia y miedo. La situación es orwelliana.
Durante
décadas, quienes debieran intervenir, callaban. Paralizados por no querer líos en democracia, rinden tributo al qué dirán, y siguen la táctica del
avestruz, creyendo que todos buscan una “sincera reconciliación y una paz
verdadera” (Sr. Arzobispo de Pamplona, 2003). Pues no, Sres. obispos, lo que
quiere el nuevo Frente Popular de facto
es humillar, vencer, perpetuarse y lograr todos sus objetivos, incluir a
Navarra en Euskadi para siempre, y blanquear a ETA y los GAL del PSOE.
Piensen
todos, incluido el Sr. Arzobispo: ¿qué no
dirían unos y otros si el monumento de Navarra estuviese dedicado a los
milicianos, brigadistas, y gudaris?
Segundo.
Los Gobiernos y administraciones públicas subsidian
y mantienen asociaciones privadas de agitación y trabajo para mil actividades
como buscadores de yacimientos, charlistas, premios, gastos para obras, prensa
y editoriales, el primer museo del horror en todo un palacio del marqués de
Rozalejo, otro segundo en el monumento para que todos desfilen por él. Orwelliano
hasta la náusea… pero, amigos, aquí circula dinero, mucho dinero.
Tercero:
victimización. Hacen ver que las
víctimas sólo estuvieron en un bando, al que todo se le justifica, queda libre
de toda culpa, es heroico, se le blinda para no ser criticado, y al
contradictor se le convierte en agresor y cómplice. ¿Sus resortes?: mantener la ignorancia, seleccionar
el mal, exagerarlo, aislarlo, y proyectar culpas en el presente. Un lamentable silencio
cómplice les hace siempre el juego.
Cuarto.
Las minorías ideológicas aparentan ser una mayoría social, buscando con ello la
legitimación psicológica. Han
logrado la paralización social fruto de la comodidad, no querer líos y evitar agresiones,
y la sombra del miedo a ser señalado en pancartas
y prensa. Les favorece la incompleta reacción por la exposición blasfema de
2015, así como el lavado de cerebro fruto de la demagogia y de escuchar un solo
mensaje durante décadas sin hacer nada por el llamado relato.
Quinto.
Consolidar lo logrado copando las instituciones
públicas, incluidos los tribunales. Quitado el disfraz, se ve la revancha, esta
genera odio y una lucha de clases considerada como el motor de la Historia. ¡Y
lo mal que se está portando el arzobispado con el monumento y lo que aún queda de
él…! Miren, toda esta mascarada tiene varios errores de origen, incluido que la
impulse Bildu, que no condena los asesinatos de ETA, y ser comodín para tapar
la corrupción de su aliado el PSOE. Pero aquí no está todo dicho.
José Fermín Garralda
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