Aviso
Un escándalo perdonado -que no al escandaloso arrepentido-, se repite mil veces.
En escándalo de A.A. en la Pamplona de 2015-2016 lo perdonó un juez en los tribunales.
Lo perdonaron la mayoría de los políticos municipales de Pamplona, unidos para arrebatar el poder a quien ganó las elecciones.
Lo perdonó el alcalde por EH-Bildu, que fue el máximo responsable de la ofensa.
No lo perdonaron los católicos que se reunieron en la catedral junto a su sr. arzobispo para ofrecer su desagravio al Altísimo por la ofensa cometida.
No lo perdonaron los católicos que se reunieron en la plaza consistorial denunciando la profanación. No lo perdonaron los que se reunieron a rezar el Santo Rosario varias veces ante el edificio museo. No lo perdonaron quienes quisieron abrir una pancarta el último día de la exposición sobre la fachada, o abrieron otra en el interior de la exposición.
Pero también lo perdonaron de alguna manera quienes, a la vez que hacían desagravios, no reclamaron la devolución del monumento de Navarra a sus muertos en la Cruzada por el brutal incumplimiento de las condiciones de donación del edificio puestas por el arzobispado al Ayuntamiento en 1997.
Lo perdonaron de alguna manera los católicos pamploneses y navarros que nada hicieron en la sala de exposiciones.
Lo perdonó de alguna manera quien con una llamada telefónica a cierta persona de alguna influencia, frenó las manifestaciones de protesta promovidas por un grupo de católicos que empezó a movilizar a gran cantidad de pamploneses de forma pacífica pero contundente y en la calle, con el rosario en la mano.
Vuelven los males a las andadas y en otra ciudad. ¿Qué harán?
¡Ay si fuéramos nosotros los ofendidos! ¡O el sistema, o los políticos de turno, o los mismos ofensores -amigos de etarras, socialistas, separatistas... en la Pamplona de ayer-! ¿Qué no dirían? ¡Ay si nos echan la mano al bolsillo! ¿Qué no diríamos?
Hacer nada o hacer poco, sugiere... "hasta la siguiente". ¿Qué nos creíamos?
La Tercera República vendrá de la mano de la persecución religiosa. ¿Qué nos imaginamos?
Gil de Borja
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