domingo, 22 de marzo de 2020

El derecho al buen nombre

RETROSPECTIVA

Un artículo, de una circunstancia muy concreta,
algo olvidado  en el baúl de los recuerdos.

El monumento de Navarra a sus muertos en la Cruzada lo levantó la Diputación Foral de Navarra para recordar a los navarros fallecidos en el frente de batalla por Dios y por España tras el levantamiento general que se vivió en Navarra en 1936. 

Ahí estaban, entre otros, los requetés, reconocidos por todos debido a su carácter eminentemente popular, a su valentía y honradez, sus altos ideales y heroísmo, por dar la cara de frente de batalla, proteger a muchos en las zonas liberadas -significados carlistas lo hicieron en la misma Navarra-, y por su profunda vivencia de la Cruzada y no sólo un siempre desgraciado conflicto. 

Los requetés y muchos de los sublevados -recordaría a nuestros contrarios a los zapatistas de Méjico y a tantos otros sublevados décadas después en toda Hispanoamérica, aunque sean otros ámbitos y "otra cosa"-, querían que en España no se extirpase la fe católica de las familias y la sociedad (el Estado "jacobino" imponía la enseñanza única, laica y obligatoria, arrancó los crucifijos de las escuelas, suprimía todo signo religioso externo, expulsó de España a los jesuitas, y pretendió extirpar y aniquilar la misma Iglesia). Querían que no se extirpase la religión de la mente y corazón de muchos que la profesaban -ahora vuelven con el programa Skolae-, y que España no fuese una colonia roja -término y color éste del que se jactaban los propios interesados-. También querían hacer fracasar el nuevo  golpe de Estado marxista que se estaba preparando, tras dos años del fracaso del golpe de Estado y Revolución en Asturias y Cataluña en 1934. En Asturias este rotundo fracaso fue tras una cruenta guerra civil, acompañada de una cruel persecución religiosa (Ángel Garralda), y en Cataluña el fracaso fue más rápido, a pesar de la gran actividad anarquista (Abel Paz) que se propuso sacar las castañas del fuego a unos separatistas burgueses que mostraron ser muy cobardes. 


He aquí algunas imágenes de aquellos tristes recuerdos que los españoles creían  afortunadamente "en su sitio", pero que algunos ideólogos y activistas políticos están actualizando. 





Nosotros no hemos iniciado la necesidad de este recordatorio. Sacamos este tema muy dolidos por la barbaridad del enfoque presentista, por la falta de verdad y hasta de lógica, y por la aberración de las acusaciones que cierta persona hizo  hace no poco en los tribunales de Navarra, al ser juzgada -y penada- por  atribuirse facultades que ni tuvo ni tiene. Apelar a un contradictorio interés general subjetivo para justificar su injustificable exceso de espionaje, quizás fuese para irse de rositas una vez que le pillaron con las manos en la masa. 

Tal persona debe saber que l
as hermandades canónicas son apolíticas. Que no pocas veces sólo hace apología contra las instituciones quien acusa de eso a otros, como pretexto para realizar sus  actividades ya penadas. En el monumento de Navarra sólo se reza por los difuntos, y se reza por todos. Nadie pidió permiso para espirar a cierta Hermandad canónica, siendo directamente interpelados  dos testigos. 

Parece que, quienes han iniciado estos tristes temas, buscan algo distinto a la memoria que predican, y mientras unos cardan la lana otros se llevan la fama. Los hechos del pasado, lamentables y condenables por todos -repetimos, condenables por todos- (1), no pueden soslayar verdades evidentes, ni exigir  condenas discriminatorias cerrando los ojos en otras direcciones, ni utilizar presentismos fuera de la realidad y la justicia, ni embadurnar ni calumniar de forma aberrante la buena fama, esto es, de la inmensa mayoría de los difuntos y, sobre todo -en aras a la lógica más elemental-, de la nueva población que ha ido naciendo durante 80 años. 


Hay cientos de testimonios escritos de navarros sobre por qué por entonces salieron al frente sobre Madrid, lo que se prolongó en cruenta y desgraciada guerra. No mezclemos esto con otros desgraciadísimos temas que afectan a todos. Por otra parte, la reconciliación ya la  hizo la misma sociedad, en los resarcimientos todos pueden alegar lo mismo, el derecho al bien entierro es de todos, nadie debiera utilizar políticamente el dolor ajeno de ayer, hoy las circunstancias son muy distintas, cada cuál responde de sí mismo, nadie busca un conflicto-salvo los nuevos guerracivilistas y talibanes-, y ahí está el respeto y las libertades cívicas de todo tipo y el Estado de Derecho que se debe respetar con la ley en la mano

Calumnia que algo queda, incluso cuando se usa una estrategia final puramente efectista y de nueva trinchera o bien de ofensiva ante la juez. Ojalá se siga el ejemplo del último Azaña cuando clamaba: "Paz, piedad y perdón"... en todas las direcciones. Pero de esto algunos nada quieren saber hoy. 


(1) Manuel Martorell ha tratado con atención "Los papeles de la Junta", en Rev. "Aportes. Revista de historia contemporánea" (nº 72, 1/2010, pág. 82-94).


Todo lo que está ocurriendo sobre el monumento de Navarra parece de una planificación comunista de libro.

R. de A. 

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