ACTUACIONES de unos y dejaciones de otros laceran la Navarra de siempre, que no ha roto con sus padres, ni su memoria, ni la
verdad católica, ni su sentido milenario.
De
un lado, el alcalde Asirón EH Bildu se
resiste a pasar a la historia como el Talibán que derribó el monumento de Navarra a sus muertos en la Cruzada. Sólo
una de las siete propuestas seleccionadas del concurso de ideas lo pretende. Las demás quieren hacerlo
irreconocible, lo que es otro modo de ser Talibán. Imagine Vd. que el edificio hubiese
sido construido para memoria de los gudaris, anarquistas, brigadistas internacionales
y milicianos socialistas... ¿Quién hubiera osado desvirtuarlo, y hasta dar
carta de ciudadanía a cualquier idea?
Hacia
1978 todos estaban reconciliados, fruto de largos años de paz, mejoras y
convivencia en la vida real. Las minorías de la futura partitocracia decían
otra cosa por interés o bien para congraciarse -los moderados- con la izquierda.
Pero ni reconciliar era abandonar la verdad de las cosas, ni la coexistencia pacífica (¿se acuerdan en esa etapa de la
Guerra Fría?) significaba perder el propio Norte. Un dato: Herry Pollitt, jefe
del partido Comunista inglés, decía: “Necesitamos
de la paz para edificar el comunismo”. Si tales comunistas sabían qué hacer
con la paz en su juego de cartas marcadas, los demás tenían “un montón de ideas
confusas y contradictorias, pero ninguna imagen clara” de qué hacer (Douglas
Hyde, 1960).
De
otro lado, los conservadores que ayer
desvirtuaron el monumento al tapar las inscripciones, hoy temen su derribo o que se modifique seriamente. Para
evitar esto, lo vuelven a desvirtuar, alegando únicamente valores
arquitectónicos y artísticos y no su
significado originario. También en el s. XIX se argumentaba a favor de
las Órdenes religiosas por su función caritativa y asistencial, guardando la
piedad para el fuero interno. Pues bien, cuando el mundo civil pudo desempeñar
lo mismo, sobraron las monjas, por lo mismo que ahora los del sólo museo asisten
a la propuesta del derribo de la parroquia de Cristo Rey en las propuestas “conservacionistas”.
Catorce
ilustres escritores de un amplio abanico profesional, que no han pisado este
monumento en lo que fue (esto no les
hace más creíbles), han criticado el citado concurso de ideas (DdN, 17-II-2019). Para ellos es ilegal, los
negociados municipales se extralimitan, lo político desplaza a lo jurídico, y el
concurso se transforma en la fase inicial de un proyecto que modifica el plan
urbano. Tienen razón, pero no sé de qué se extrañan cuando el Ayuntamiento del cuatripartito rechaza sus recursos. Su
presunta “defensa” no rompe una lanza a favor del significado de la Cruzada -aunque
todos seamos deudos de ella- ni del equilibrio entre pasado y presente. Proyectando
sólo un museo, aceptan la desnaturalización del monumento en 1997. No reconcilian
a nadie, ni descubren el juego tramposo de los que levantan otros monumentos y
buscan la subordinación total de todos a sus planteamientos. Nada dicen de respetar
el culto en la cripta que contiene el Santo Cristo de Adsuara que de 1958 a
1998 presidió la basílica de la Santa Cruz.
El
monumento es a los 4.704 navarros muertos en combate -no los anulen
psicológicamente con indignas represiones de retaguardia por toda España-
contra el marxismo, el anarquismo y, en resumidas cuentas, el comunismo de
Stalin. Silenciar esta verdad daría carta de ciudadanía a la interpretación
contraria que ocupa -nunca mejor dicho- el ambiente, y rebaja la iniciativa de aquellas
personas que entienden perfectamente el significado religioso inicial del
monumento.
Lo
mejor es dejar el monumento como está, cuidarlo, y recordar suficientemente la
resistencia de gran parte de Navarra contra el comunismo. Reconvertirlo en basílica
no impide completar su uso principal con otros
verdaderamente dignos del lugar.
La
referencia al comunismo fue recurrente en la Hermandad (HCVC) encargada del
culto y cuidado del monumento, que hoy reza en la cripta y fundó las Javieradas. En la Javierada de 1960, la HCVC rezó “por la unión de las iglesias
separadas de la grey del Buen Pastor,” y “por nuestros hermanos de la Iglesia
del silencio, perseguidos en las naciones aherrojadas por el comunismo por
profesar la religión católica”. “Vosotros que no titubeasteis un día en
ofrendar a Dios las cosechas, los seres queridos y vuestras vidas cuando
empuñasteis las armas para defender la religión Católica y salvar a España,
antes que consentir que nuestra Patria fuera aherrojada y hollada por el
bárbaro comunismo, ¿no os sentireis con ánimo para peregrinar a Javier? (…) y
menos tú, hermano, que luchaste por Cristo y su Iglesia”. En otro texto dicen:
“defender la Cruz en toda ocasión y
momento, como lo hicimos a lo largo de la Cruzada Nacional contra el comunismo
negador de toda libertad humana y religiosa, y hoy parece que ese moderno
bárbaro, se dispone a sepultar a media Europa en el caos de la irreligión y de
la barbarie. Se ataca a la Cruz en aquellas tierras mártires (…)”.
Si
el 14-II-1961, la HCVC reconocía a Luis Nagore (Aoiz) la necesidad de dar
ejemplo “a esta juventud un tanto indiferente a todo lo que huele a Cruzada,
hecho tan trascendental sin el cual hoy España sería una colonia comunista
uncida al yugo férreo de Rusia”, el 17-II-1965, el arzobispo mons. Enrique
Delgado Gómez, reconoció “a todos los que salieron a defender a España amenazada
en su Religión Católica, luchando por Dios y por España”.
José Fermín de Musquilda
Tomado de "Siempre P'alante" nº 824 (16-III-2019) pág. 14.
Fotos con derecho de autor: JFG 20-III-2019
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