Tradición literaria del convidado de piedra (y II)
COMO
SE APUNTABA en el artículo “Apropósito de Halloween” (nota de la R.: vid. entrada anterior) la calabaza
iluminada sería
la cara de Jack O'Lantern -quien, en la noche de Todos los Santos, invitó al
Diablo a beber en su casa- y el sacrílego convite que, a partir las tradiciones
del Convidado de Piedra y el personaje de don Juan, ha sido feraz y
universalmente recogidos en la literatura. Desde este punto de partida, no
vendrá mal hacer una incursión en la tradición literaria de Don Juan Tenorio y el
Convidado de Piedra.
Cierto que, entre
Tirso de Molina, sacerdote de la contrarreforma y Zorrilla, poeta romántico,
hayamos diferencias notables como el destino del protagonista, condenado en el
siglo XVII y salvado por amor en el XIX. Pero, aunque se ha pretendido, no hay
que ver en esta variante algo herético. Siendo tres las virtudes
teologales, no hay que olvidar que la Fe se traduce en obras, como proclama la
Iglesia en el Evangelio del 1 de noviembre -las bienaventuranzas- y que, en el
fondo éstas se resumen en el amor a los demás y a Dios, que es Amor o Caridad.
Así, en el Tenorio de Zorrilla encontramos la importancia del perdón y la
posibilidad de llegar a conocer y amar a Dios a través de sus creaturas y, por
este conocimiento, a la contrición: “No es, doña Inés, Satanás,/ quien pone
este amor en mi:/ es Dios, que quiere por ti/ ganarme para él quizás”.
Para comprender la obra de Tirso y, a partir de
ella, acceder a la significación central de Don
Juan, debe tenerse presente que El
Burlador de Sevilla fue
creado a la luz de la época barroca y en el convulso siglo XVII, periodo de
encarnizados debates y guerras en torno algo tan esencial como la religión. La
poesía y todo el arte de la época barroca se abren a la irrupción de lo humano,
buscando a través de ese aspecto lo individual, lo Único. Así, la obra de arte,
como el producto del alma del artista, refleja el sentido de la vida del hombre
barroco, para quien todo lo que le rodea se proyecta en su creación.
El mercedario Tirso, como el hombre barroco, se
ubica entre, por un lado su ansia de lo infinito, avivada por la espiritualidad
contrarreformista, y, por otro, su inclinación hacia lo terrenal y la concreta
realidad que le rodea. Este doble impulso explica la doble tendencia presente
en el Barroco a profundizar y espiritualizar todo lo sensible, al tiempo que
hace sensible por medio de la alegoría todo lo espiritual. En ese momento, la
Iglesia y la Fe católicas juegan un
papel fundamental al reafirmar su misión y su sentido dentro del mundo europeo
donde la Reforma protestante intenta desplazarlas. Y el arte barroco se
constituye en la expresión del contenido espiritual de la Contrarreforma,
estableciéndose ésta como el pilar fundamental de este siglo XVII, en que el
problema religioso se antepone a todos los demás, agitando a todos los
espíritus de forma que política y pensamiento, doctrina y conducta, moral y
arte se encuentran afectados por esta grave preocupación: la de la
interpretación de la fe y el destino eterno del hombre.
En este contexto, España se pone al frente de las
otras naciones católicas en la lucha en contra del protestantismo, planteando
una renovación del pensamiento escolástico y, por lo tanto, de una renovación
de la filosofía (pensemos en la Escuela de Salamanca) que abordaría los más
diversos aspectos, entre los que se encuentran los derechos y responsabilidades
del Estado, de la sociedad, de los súbditos de la Iglesia y del hombre... que
compagine la concepción renacentista del hombre y los descubrimientos
geográficos, físicos, astronómicos, etc., con la dependencia del hombre con
respecto a Dios, buscando, en consecuencia, la integración real de lo divino en
los nuevos dominios y poderes humanos.
El principal problema religioso sería el
concerniente a la dificultad de establecer una única postura frente al
conflicto entre el libre albedrío y la predestinación. Y establecidas dos
corrientes religiosas que influyen al hombre de ese momento: la Reforma
protestante (año 1517) y la Contrarreforma (desarrollada por el Concilio de
Trento entre los años 1545 y 1563) y es conveniente, recordar la suscitada
"Controversia de auxiliis", tan presente en el mito de don Juan.
Controversia a la que dan respuesta el teólogo
Jesuita Español, P. Luis Molina y su escuela de pensamiento.
El molinismo trazará una línea clara de pensamiento. La
acción humana está subordinada a la acción divina. Se pasa de hablar de Dios y
el hombre, y de la gracia y la libertad a hablar de Dios por el hombre y de la
gracia por la libertad como algo necesario para la buena acción. Si Dios hace
al rosal el producir su rosa, la rosa está generada enteramente por el rosal
como causa segunda y enteramente por Dios como causa primera, por lo que Dios
enriquece al rosal al hacer que florezca y, cuanto más intervenga, tanto más
hermoso será el rosal, más fuerte la acción y la rosa más dilatada. De un modo
análogo, Dios no sólo tiende al hombre Su mano sino que le da la libertad o
facultad de cogerla y asirse a ella. Y, si bien hay muchas cosas que Dios hace
sin el hombre, hay otras que Dios solo hace por medio de él. Aquí se recoge la
enseñanza de San Agustín: “Dios que te ha creado sin ti, no te salvará sin ti”.
Y, en virtud de ello, se esclarece la subordinación del hombre a Dios, porque
toda la riqueza del hombre viene de Dios en tanto Causa primera, siendo la
acción libre por entero del hombre como causa segunda, por entero de Dios como
Causa primera.
Así cobran sentido pasajes del Tenorio como: 1) “Yo a Dios mi
alma ofrecí/ en precio de tu alma impura,/ y Dios al ver la ternura/ con que te
amaba mi afán,/ me dijo: Espera a don Juan/ en tu misma sepultura […] Por el
vela; mas si cruel/ te desprecia tu ternura,/ y en su torpeza y locura/ sigue
con bárbaro afán,/ llévese tu alma don Juan/ de tu misma sepultura”; 2) “Don Juan,/ un punto de contrición/ da a una
alma la salvación,/ y ese punto aún te lo dan/ […] Aprovéchale con tiento,/
porque el plazo va a expirar,/ y las campanas doblando/ por tí están, y están
cavando/ la fosa en que te han de echar”; o 3) “¡Aparta, piedra fingida!/
Suelta, suéltame esa mano,/ que aún queda el último grano/ en el reló de mi
vida./ Suéltala, que si es verdad/ que un punto de contrición/ da a una alma la
salvación/ de toda una eternidad,/ yo, Santo Dios, creo en Tí;/ si es mi maldad
inaudita,/ tu piedad es infinita .../ ¡Señor, ten piedad de mí”.
Volviendo a El burlador de Sevilla y Convidado de Piedra, si Fray
Gabriel Téllez fue el primer dramaturgo en elaborar el mito de Don Juan,
abordado en incontables ocasiones y diversos sentidos por la literatura
universal ulterior. Mas Tirso de
Molina no crea el mito, sino que recurre a fuentes arraigadas en algo tan
tradicional y español como el romancero. Recuérdese que, en los últimos
versos de El burlador de Sevilla y convidado de piedra, Batricio alude al
título de un romance anónimo del siglo XV, muy conocido por el público en
tiempos de Tirso:“Y nosotros/ con las nuestras, porque acabe/ <El Convidado
de piedra>”.
Ya Ramón Menéndez Pidal
destaca la deuda de la obra de Tirso con la literatura popular anterior, pues
el tema del doble convite ya aparece en la literatura española del Medioevo. Y,
si antes se ha hablado de la antigua
leyenda irlandesa que narra como la calabaza iluminada sería la cara de Jack
O'Lantern, puede ser oportuno volver a otra tierra también de toponimia y
leyendas celtas, y, más concretamente, al Romance del Galán de
Omaña, recogido por don Juan Menéndez Pidal en
la zona de Curueña y Riello (León) en 1889, y que Menéndez y Pelayo incluye en
su Antología de Poetas Líricos Castellanos. Said Armesto, Ramiro de Maeztu, Fernando Díaz-Plaja y otros prestigiosos estudiosos avalan
la tesis de que el personaje literario de don Juan pudiera tener como
antecedente al protagonista de este romance, siendo evidente relación entre el
galán de Omaña y el
Burlador de Sevilla.
En
estas fechas en que -en contrapunto con las calabazas y demás
insustancialidades del Halloween, mistificación pagana
y mendaz deificación de la estupidez- a los católicos que, movidos por la
devoción a los difuntos, celebramos el primer día de noviembre la fiesta de
Todos los Santos, como expresión del regocijo por la gloria de los Santos de la
Iglesia triunfante; y, al día siguiente, Conmemoración de los Fieles Difuntos,
ofrecemos oraciones y sufragios por la Iglesia purgante, puede ser buen colofón reafirmar nuestras
tradiciones, transcribir como texto de lectura y meditación el Romance anónimo
del Galán de Omaña:
Pa misa diba un galán - caminito de la iglesia
no
diba por ir a misa - ni pa estar atento a ella,
que
diba por ver las damas - las que van guapas y frescas.
En
el medio del camino - encontró una calavera
mirárala
muy mirada - y un gran puntapié le diera;
arregañaba
los dientes - como si ella se riera.
Calavera,
yo te brindo - esta noche a la mi fiesta.
No
hagas burla, el caballero - mi palabra doy por prenda.
El
galán todo a aturdido - para casa se volviera.
Todo
el día anduvo triste - hasta que la noche llega:
de
que la noche llegó - mandó disponer la cena.
Aun
no comiera un bocado - cuando pican a la puerta.
Manda
a un paje de los suyos - que saliese a ver quién era.
Dile,
criado, a tu amo - que si del dicho se acuerda.
Dile
que sí, mi criado - que entre pa ca norabuena.
Pusiérale
silla de oro - su cuerpo sentara’n ella:
pone
de muchas comidas - y de ninguna comiera.
No
vengo por verte a ti - ni por comer de tu cena:
vengo
a que vayas conmigo - a media noche a la iglesia.
A
las doce de la noche - cantan los gallos afuera,
a
las doce de la noche - van camino de la iglesia.
En
la iglesia hay en el medio - una sepultura abierta.
Entra,
entra, el caballero, - entra sin recelo’n ella:
dormirás
aquí conmigo, - comerás de la mi cena
Yo
aquí no me meteré, - no me ha dado Dios licencia.
Si
no fuere porque hay Dios - y al nombre de Dios apelas
y
por ese relicario - que sobre tu pecho cuelga,
aquí
habías de entrar vivo - quisieras o no quisieras.
Vuélvete
para tu casa, - villano y de mala tierra,
y
otra vez que encuentres otra, - hácele la reverencia,
y
rézale un paternóster, - y échala por la huesera;
así
querrás que a ti t’hagan - cuando vayas desta tierra.
Pedro Sáez Martínez de Ubago
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