EN RECUERDO DEL VOLUNTARIO Y
LAS FAMILIAS DE VOLUNTARIOS
El Monumento de Navarra fue a los muertos en la Cruzada. Porque para ellos fue así -y con razón-.
La Laureada fue al heroísmo del pueblo
navarro en general.
Focalicemos la historia de las familias navarras desde el voluntario tradicionalista.
En la Historia de la Cruzada, dice José Mª
Iribarren:
“En toda la historia de la Comunión Tradicionalista,
ni aún en las órdenes de levantamiento en las anteriores guerras carlistas, se
cumplió con tanto entusiasmo, ni dio tan gran número de voluntarios; las mismas
autoridades carlistas se vieron sorprendidas y preocupadas por tal muchedumbre,
que creaba problemas no previstos.
Para las seis de la mañana hora de la declaración
del estado de guerra pasaban de 1.000. ¿Cuántos por la tarde? ¿Cuántos en los
días siguientes? HUBO QUE DAR ORDEN POR LA RADIO DE QUE NADIE SE MOVIESE DE LOS
PUEBLOS, HASTA QUE NO SE LES COMUNICARA, PUES VENÍAN NO LOS PREVISTOS, Y
ORGANIZADOS, SINO GENERACIONES, FAMILIAS, Y HASTA PUEBLOS ENTEROS.
En todos los pueblos de la provincia se da
a la misma hora el mismo espectáculo. Se ha predicado la Cruzada como en los
tiempos de San Bernardo, y se asiste a las mismas escenas de fervor y
sacrificios que en los siglos remotos del milenio.
En las ciudades y villas importantes del
viejo Reino, el Círculo (local carlista) ocupa una casa señera en la plaza de
arcos. En las aldeas pobres es una casa campesina más. En todos esos Círculos,
el retrato en cromotipia de un Carlos VII varonil. En algunos hay también un
Don Jaime joven, con uniforme de oficial de Cosacos, y un Don Juan Vázquez de Mella.
Todos esos Círculos son centros activos de movilización, y realizan el
Alzamiento en masa. En la parroquia de Murieta, de 420 habitantes, de los once
hijos varones del matrimonio Mansóa Andía, ocho salen voluntarios al oír en ese
amanecer del 19 la orden de marcha. Don Carlos Carrillo, Farmacéutico de
Muniain de la Solana sale a la guerra acompañado de sus seis hijos, y de
Pamplona de la familia del comerciante Señor Aznárez salen otros seis (y así de
otras muchas, hasta una que salen marido, mujer y los dos únicos hijos de 16 y
17 años, ella de enfermera, él con el Tercio de María de las Nieves, y los
hijos con el Tercio del Rey y cerraron la casa).
En Peralta el matrimonio Asín-Fernández
tiene también seis hijos varones, el mayor de 34 años, y el más joven de 24, y
los seis con el padre septuagenario vigoroso, marcha a filas movidos por el
mismo Ideal; -al padre llaman los mozos “el abuelo de Peralta” viéndole con sus
setenta y pico de años cargar con el fusil-. Dos hermanos, Julio y Raimundo, del pueblo de
Larraga, anuncian a sus padres su propósito de marchar a la guerra. La madre
les pide que aguarden hasta que se acabe la siega, y uno de ellos responde: Madre;
siegas habrá muchas, España no hay más que una. Hay pueblos –como Artajona-
cuyo censo varonil se vuelca íntegro para combatir. Anselmo Irigaray artesano
de Pamplona, acompaña al cuartel a sus dos hijos, y quiere alistarse con ellos.
Pero se le rechaza por la edad, y a la hora de comer se sienta entristecido a
la mesa con su mujer y su hija Margarita. Por primera vez faltan los dos
muchachos. La hermana llora. No llores tonta –dice la madre- han ido a cumplir
como carlistas. ¿Si no lloro porqué se han ido? ¡Es porque no me dejan ir a
mí!.
Manuel Soróa de ochenta y siete años, que
sirvió en la guerra anterior de gastador en el tercer Batallón de Navarra, sale
de Huici con su hijo y su nieto para incorporarse. El núcleo de Lumbier lleva
como jefes, a los concejales y al juez municipal. En todas las bordas de
pastores, en todas las casas blasonadas cuyos moradores labran sus tierra; en
todas las pequeñas tiendas y talleres; en los caseríos de los boyeros; en las
chozas de los leñadores; desde Vera, hasta la feraz llanada del Ebro; desde
Estella, que empalma la tradición de los antiguos reyes con la novelesca Corte
del último don Carlos, hasta el Baztán y la sierra de Urbasa y la invencible
Amézcoa, sepulcro hade un siglo de ejércitos cristinos; en todos los rincones,
en toda la extensión de Navarra, se presenciaba el mismo espectáculo, a las
mismas horas de este día celebre. Ningún pueblo se ha levantado hasta ahora
nunca con un impulso tan unánime.
La boina resume y compendia todas las
luchas de Navarra por la Legitimidad. La boina del abuelo es una reliquia en
cada hogar de Navarra carlista. Se guarda en los armarios y sólo sale en
ocasiones solemnes de su arca; cuando la Junta Carlista de la Merindad convoca
a los leales en los aniversarios en que se visitan los viejos campos de
batalla, o cuando los grandes tribunos de la Causa hacen acto de presencia en
Pamplona o en Estella.
Esa riada humana inunda Pamplona casi
desde las primeras horas del día. Su punto de cita es la plaza del Castillo,
frente al Círculo Carlista, donde s detienen los coches y los saludan con voces
amigas. -¡Bien por Puente la Reina! -¡Adelante los de la barranca! -¡Viva
Mendigorría!
Los carlistas de Villava, pueblo limítrofe
a Pamplona, llegan en una compacta manifestación con sus autoridades al frente.
¿Quién es capaz de contar las boinas rojas
de ese día…?
Del Círculo de la plaza, donde pasó la
noche en vela de armas ha salido el Tercio de Requetés de Pamplona (el tercio
del Rey) y se sitúa en la plaza del castillo, junto al kiosco de la música. A
las diez de la mañana el General se encamina a pié a Radio Navarra. En medio de
ovaciones ensordecedoras Mola cruza las calles, y en alocución conmovedora
expresa la emoción que le ha producido el imponderable espectáculo de Navarra,
que ha superado a cuanto se imaginó. La férvida manifestación patriótica se
renueva cuando el General se dirige desde la emisora a la plaza del Castillo a
revistar a los requetés allí congregados. Y los ve desfilar marcialmente con un
aplomo de veteranos y no puede contener el asombro y la emoción que éste
estrenamiento (sic. de estreno) militar la causa. Las lágrimas asoman a sus
ojos en presencia de aquel espectáculo increíble.
¡Qué magnífica tropa! –le dice a Utrilla-.
Pero son muchos más de los que pedí… Sí mi General; son unos 4.000 pero mañana
habrá ya el doble. -¿Y cómo vamos a sostenerlos? -¡Bien, bien! –Pero hay que
avisar por Radio que por ahora no salgan más de los pueblos” (…).
De Pamplona salen continuamente columnas
en todas direcciones, en las que forman parte unidades de requetés (…)”
(…)
(Nota del transcriptor: Hasta aquí
Historia de la Cruzada de José Mª Iribarren, recogido en un Documento a máquina, 25 fols., Pamplona, abril de 1952, titulado “Antecedentes. Los carlistas ante la revolución encubierta de un liberalismo importado. Informe reservado. Archivo particular” p. 12-14).
(El narrador de 1952 continúa):
¡Qué escenas se presenciaron en Pamplona!
qué entusiasmo más delirante; confesiones públicas en el grupo escolar de San Francisco
en los pasillos; en los bancos de la plaza, arengas de las Margaritas y de las
madres; qué despedida en la estación; el trayecto por Navarra, fue apoteósico,
en las estaciones asaltaban el tren los requetés que no se les permitía venir a
Pamplona. Y había que rechazarlos, pues hasta Pelayos de 14 y 15 años (algunos
de ellos consiguieron camuflarse en el convoy). El panorama cambió en Aragón en
donde al paso del tren levantaban el puño (…)
Y así continúan saliendo, el heróico
Tercio de Montejurra, el no menos valiente de lazar, San Fermín, San Miguel
etc. etc. Y así en Andalucía, en La Rioja, en burgos, Vitoria etc…, en toda la
España nacional. ¡¡Y cuántos y cuántos se hubiesen formado en Valencia,
Maestrazgo y Cataluña, en donde se contaban con contingentes tan importantes
como en Navarra…? Hubo desde luego en esta provincia oportunidad de haber
formado de 25 a 30 Tercios en sesenta días (…).
(…) Mueren unos requetés en el frente, son
traídos a Pamplona, y cuando se les va a dar tierra, avanza una mujer enlutada,
y con gran entereza dirigiéndose a uno de ellos le dice con voz fuerte: ¡Hijo
mío! Has sido digno de tus antepasados, has muerto por “Dios, la Patria y el
Rey”, estoy orgullosa de ti, en el Cielo nos encontraremos. Después le besa en
la frente, y ordena se le dé tierra. La escena como se ve fue patética; la
mayoría de los presentes se secaron los ojos. ¡¡Ejércitos de Tierra, Mar y
Aire!! España nunca os pagará la deuda que os debe. ("Antecedentes"... p. 14-15)
(…)
¿Y qué sucedió? ¿Qué rumbo tomó la
política? ¿Qué régimen se instauró en España? ¿Qué trato se dió a los
carlistas? ¿Qué se hizo de sus instituciones y programa político?
Al quinto día de iniciada la Cruzada llega
una noticia dolorosísima para los españoles nacionales. El general San Jurjo
que había de asumir el mando supremo del Movimiento, había perecido en las
proximidades de “Mariña” (Portugal), víctima de un accidente de aviación cuando
se dirigía a Burgos a tomar el mando. La noticia cayó como una bomba sobre los
carlistas. El instinto les decía que la pérdida sería irreparable. El General
que había de mandar sus ejércitos en una guerra exclusivamente carlista. El General
que figuraba en las negociaciones de éstos con Mola, y que seguramente tendría
en cuenta su aportación el día que se instaurase el Régimen definitivo en
España, había desaparecido. ¡Qué pérdida para ellos! pero no obstante esperaban
en que la justicia hablara, y no sufrió la menor merma su entusiasmo, confiaban
en Mola, que les mostraba las mayores consideraciones; contaba con ellos para
todas sus empresas, y estaba en el secreto de las bases establecidas en la
contribución de los carlistas, en algunos extremos condicionales, y en otros
para resolver, después de ganada la guerra ("Antecedentes"... p. 15)
(Nota de transcriptor: no es cierto que a
carlistas y falangistas les separasen criterios secundarios, que es lo que
declara Iribarren).
(A esto los carlistas dicen: no es verdad les separaban criterios principalísimos, pues unos propugnaban el régimen totalitario, con esencias y formas extranjeras –de Italia y de Alemania- y el régimen monárquico les era una cosa muy secundaria, mientras los otros aspiraban a la España auténtica, Foral y Tradicional, y sobre todo con la Monarquía Legítima; por lo tanto les separaba un abismo; y en cuanto a lo que dice (nota: Iribarren) de la política de guerra… En la guerra no hay política, no hay más que obediencia al mando, de modo que lo que también les separa era el modo de llevar la política, con vistas a la implantación del futuro régimen). (Nota: entre paréntesis en el original).
(Nota de transcriptor: a continuación el
narrador rechaza el decreto de Unificación del 19-IV-1937 porque “hacía tabla
rasa de las negociaciones y antecedentes de la Comunión con loas generales
Sanjurjo y Mola”).
(…)
¡¡El General Mola había muerto también en
un accidente de Aviación!! ¡¡Ay!! Aunque el General en las negociaciones y preparación
del Movimiento no mostró grandes simpatías por los carlistas, cuando después
vió lo que no creía ni en sueños presenciar, cuando reconoció la aportación
decisiva que en el Norte habían dado los carlistas, cuando tuvo en sus manos
todos los millones (el fondo foral) que la Diputación de Navarra le entregó,
entonces rectificó la opinión que de éstos tenía; pero ¡ya había muerto! ¿Quién
los defendería?” ("Antecedentes"... p. 19).
(…)
Pero parece que faltaba dar el golpe
espectacular que pusiese de manifiesto la muerte definitiva de la Comunión Tradicionalista,
y éste golpe definitivo había que darlo en Navarra, debía de darse en el
corazón de la Comunión, es decir, en el Círculo de la Plaza del Castillo de
Pamplona. Esta casa que había pasado a ser un símbolo para todos los carlistas
de España y que se consideraba como el Templo del más exaltado amor patriótico,
donde tanto se trabajó por el Movimiento, y sobre la cual se concentraba todo
el Odio del izquierdismo iba a ser clausurada. Ya hacía tiempo que se vislumbraba
el peligro; continuas visitas de la policía e incidentes con algunos antiguos
carlistas (poquísimos) que habían aceptado la eliminación de la Comunión y que
aceptaban prebendas de la nueva autoridad; intrigas de ésta para la
instauración de una sociedad que se podría titular de “Excombatientes”… se
buscaba un incidente, un pretexto… y este llegó” ("Antecedentes..." p. 20).
Nota del transcriptor: el narrador
explica los acontecimientos que produjeron la clausura y cierra del Círculo de
la Plaza del Castillo, y añade:
“Este suceso cayó en Navarra entera, como una
bomba, todos sin distinción de ideas (hasta los izquierdistas) calificaron tal
medida como arbitraria e impolítica; por los carlistas no digamos; no encuentran
calificativo para juzgarlos. Pocos días después, en un banco de madera,
aparecía escrito con tiza blanca: ¡¡¡CARLISTAS!!! ESTE ES EL PAGO QUE OS DA
ESPAÑA A VUESTRA LEALTAD Y HEROISMO, VENID A NOSDOTROS ¡¡¡GOZA EUZKADI!!!
El último hilo que aún quizás podría unir
a los carlistas con el régimen se había roto” ("Antecedentes..." p. 22)
(…)
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