martes, 8 de noviembre de 2016

Respetuoso silencio y profunda oración por Emilio Mola Vidal

NOTA
Emilio Mola Vidal

General de brigada español. Nació en Cuba (Placetas, provincia de Santa Clara) el 9-VII-1887, antes de la guerra separatista iniciada en 1893, esto es, iniciada por una parte de los cubanos apoyados por los yankees. Falleció en Burgos de un accidente de avión el 3-VI-1937, en plena guerra española. Su familia era militar, concretamente su padre fue capitán de la Guardia Civil.
Ingresa en la Academia de Toledo en 1904. Continúa su carrera militar siendo destinado al protectorado español de Marruecos durante largos años, de 1909 a 1925. Fue herido en dos ocasiones. Toma parte en 185 acciones de guerra. Asciende al empleo de teniente coronel del Cuerpo de  Regulares. Fue comandante general de Larache en 1927.
Contrajo matrimonio con Doña Consuelo Bascón Franco.
Al caer la dictadura de Miguel Primo de Rivera, ocupó el cargo de Director General de Seguridad en el Gobierno liberal alfonsino del general Berenguer. Por ello fue procesado y expulsado del Ejército en 1931, durante el bienio radical-azañista. La amnistía decretada después de la Revolución de Asturias y Cataluña en 1934, le reintegró en el Ejército. Sería extraño aministiar a muchos golpistas de izquierdas por dicha Revolución y no también a él por ocupar un cargo con Primo de Rivera. Mandó el bien preparado Ejército de África. Con el Gobierno de Casares Quiroga, que perteneciendo a un partido aburguesado pero aliado con al Frente Popular, fue apartado de su destino y trasladado a la Comandancia Militar de Navarra. Creían que Mola no iba a pactar con los carlistas debido a la gran diferencia de Ideario y formas de hacer entre ellos y el general, de manifiesta tendencia republicana, al estilo Queipo de Llano en Sevilla. Sin embargo, aunque las negociaciones entre Mola y Fal Conde como jefe delegado del rey en el destierro, Alfonso Carlos I, fueron muy difíciles y estuvieron a punto de romperse, Mola, tras pasar muy malos ratos,  pactó con los carlistas por mediación de la Junta Carlista de Navarra y el general Sanjurjo. 
Sólo por obligación del guión examinamos algunas cuestiones de hace 80 años. Cansa al lector el excesivo interés de algunos por estos temas, como si quisieran ocultar su presente histórico,que son objeto de una vasta campaña ideológica y política, en cuyas trampas la sociedad no debe caer.  


Foto:JFG2016. Derechos reservados. 
Retomemos. Los carlistas tenían el propósito de sublevarse contra la República por revolucionaria con o sin el Ejército, de manera que "se preparaban por sí solos para un alzamiento eminentemente carlista, que unos meses por delante lo hubiesen verificado". El teniente coronel Rada (retirado), como Jefe Nacional de Requetés, giró una visita de inspección a Navarra, y, en su arenga dirigida a la oficialidad en la Sala de Banderas del Círculo Carlista, teminó con estas palabras textuales: "Y no olviden Vds. que iremos a la salvación de España con el Ejército, sin el Ejército o contra el Ejército" (titulado como "Informe reservado", a máquina y sin firmar, Pamplona, abril de 1952, 25 pp., pág. 5 y 7; archivo privado).
Se llamó a Mola “el director” de la conspiración y del pronunciamiento militar que, fracasado en Madrid, Barcelona, Valencia etc., se prolongó en guerra civil. Al ejército sublevado se le sumó una buena parte de la sociedad española que quería impedir la persecución religiosa y el fin de España, el rápido proceso de descomposición social y política y el camino de convertir a España en una nueva URSS. Basta leer las declaraciones de El Socialista y de los líderes del PSOE.
Navarra quedó vacía de hombres en 1936, pues como decía  Indalecio Prieto: “En Navarra hay más mujeres sin marido, padres sin hijos e hijos sin padre que en cualquier otra provincia española. Eso habremos todavía de agradecer a Mola (…)” (periódico de Bilbao La Lucha de Clases, 28-V).
Mola salió muy pronto de Navarra. En Burgos, formalizó la Junta de Defensa Nacional. Le sustituyeron José Solchaga y luego Carmelo García Conde, dispuestos ambos a reprimir abusos en la retaguardia de Navarra. Mola se hizo cargo del frente militar del Norte, donde concentró toda su atención nada más empezar la guerra. En la reconquista del Norte, Mola fue admirando cada vez más a los Tercios requetés.
Foto:JFG2016. Derechos de autor
El general Mola fue un hombre rígido, con mucho de miliar y poco de político, lo que de por sí no tiene por qué ser demérito suyo. Tenía un gran sentido del deber y la disciplina. Escritor fecundo de estilo liso y terso. Muy próximo a la república como forma de gobierno, muy poco fervoroso de la monarquía, se fue distanciando cada vez más de la IIª República por anidar y desarrollarse en ella -y con gran fuerza- un carácter revolucionario, masónico y marxista como él señaló. Los republicanos no supieron -pudiendo- tener a Mola, a Queipo de Llano, Cabanellas y tantos otros de su lado. 
Es conocido el Bando de Mola proclamando el estado de Guerra el 19 de julio como jefe de las fuerzas armadas de la provincia de Navarra. En ésta hubo resistencias a la sublevación. Quienes hoy denuncian al general de cosas horribles, tienen más otros objetivos que la memoria de los que fueron injustamente represaliados en la retaguardia. No entraré en este penoso tema, sufrido en toda España, que además no fue lo que justificó el traslado de los restos mortales de Mola al monumento de Navarra en 1961. 
Las rigidez propia de dicho Bando al que todos debían atenerse, formado por una introducción y 13 artículos (art. 2 a 5 y otros), no recoge las expresiones ni la intencionalidad que han dicho quienes exigen la exhumación de su cadáver, y repiten de forma incansable. Este Bando se publicó en “Diario de Navarra” del 19 de julio, y después, una vez fallecido en general, en sus Obras completas (Valladolid, 1940). Por otra parte y en su día, varios partidos políticos del Parlamento de Navarra hicieron una acusación política a la Junta carlista de Guerra de algo que el historiador Manuel Martorell (2010) ha refutado, Junta que además se encargaba básicamente de avituallamientos, correos, sanidad etc. para el frente. Las declaraciones políticas no tiene por qué ser verdad histórica aunque estén bien intencionadas.
En dicho Bando se dice también:

“Por lo que afecta al elemento obrero, queda garantizada la libertad del trabajo, no admitiéndose coacciones ni de una parte ni de otra. Las aspiraciones de patronos y obreros serán estudiadas y resueltas con la mayor justicia posible en un plan de cooperación, confiando en que la sensatez de los últimos y la caridad de los primeros, hermanándose con la razón, la justicia y el patriotismo, sabrán conducir las luchas sociales a un terreno de comprensión con beneficios para todos y para el país (…) Se respetarán todas las reivindicaciones obreras legalmente adquiridas”.

Hace treinta y un años encontré aquellas mismas cuartillas a máquina que Mola leyó en “Radio Castilla” (Burgos) el 15-VIII-1936, extraviadas en una sala del Archivo General de Navarra. Iban con una carta de un periodista en la que las regalaba a la Diputación Foral. Hice copia de ellas. Además de éste discurso, se conservan otros tres discursos del general. Uno con motivo de la toma de San Sebastián (recuerden los nacionalistas que el vasquista Arturo Campión optó por los sublevados), y otros de  enero y  febrero de 1937. En ellos Mola hablaba de la revolución inminente y organizada, que el movimiento cívico-militar se había adelantado a una sangrienta revolución, declara fuera de la ley a los asesinos, incendiarios, salteadores de Bancos, habla del comunismo moscovita, de la Cruzada contra el comunismo y la anarquía, de la dependencia de “los llamados generales (españoles) rojos (…) de extranjeros de todos los países”, de la masonería internacional, que España “no ha dejado ni puede dejar de ser católica”, habla de la persecución religiosa…
En un discurso Mola se defiende de una acusación:

“Se nos acusa de haber desencadenado la guerra. No. Nosotros no desencadenamos la guerra; nosotros nos rebelamos contra un Gobierno ilegal, que desde las alturas del Poder se declaró beligerante en la contiendas políticas, y tras los incendios de iglesias y conventos organizaron la persecución y el crimen: los elementos del Frente Popular lo tenían todo dispuesto bajo el régimen del terror, para en seguida poner en práctica su teoría. Así estaba convenido (…)”. Léase la prensa, los discursos, las acciones…

Ganó la medalla militar y fue caballero laureado después de su muerte en accidente de avión.
Antes del traslado en 1961, los restos de Mola estaban en un nicho del cementerio municipal ("La Gaceta del Norte", 18-VII-1961). 



La  Hermandad de Caballeros Voluntarios de la Cruz, a través de su prior don José María Echarri Loidi, invitó a Sra. Duquesa de Mola, Doña Consuelo Bascón Franco, a la Santa Misa cantada con responso en sufragio del alma de su marido, celebrada el domingo día 10-VI-1961, “el general que acaudilló a Navarra en la Cruzada, como homenaje y recuerdo piadoso de los que durante aquella gesta memorable combatimos bajo sus órdenes en defensa de la Religión Católica y para salvar a España de caer aherrojada en las garras de comunismo” (Archivo de la HCVC). Esto era lo que sabían los voluntarios. Este era el motivo del traslado a la Cripta del Monumento de Navarra. Eso sí, los hipócritas están encantados que al comunista Santiago Carrillo se le nombrase doctor honoris causa por la universidad complutense de Madrid -total para lo que le ha servido- más por lo que significa de raíz vengativa que porque les caiga del todo simpático.
El 5-VII-1961 dicho prior informaba a Doña Carmen Trías, Vda. de Tejero, que podía comunicar a la duquesa de Mola que el traslado iba a ser el 17 ó 18 de ese mes:

“(…) la noticia, grata para todos los que combatimos en la Cruzada a las órdenes de su difunto esposo, y que por fin, descansará en el mausoleo del Monumento rodeado de la representación de sus queridos voluntarios navarros y cerca del que hubiera sido el Jefe del Gobierno Provisional del Alzamiento, General Sanjurjo” (Archivo de la HCVC).

La prensa local “Diario de Navarra” aportaba lo siguiente:

“El arquitecto don José Yárnoz Larrosa entregó a la señora Duquesa de Mola una artística llave de plata sobredorada, regalo suyo, de la sepultura de su esposo, que lleva el Escudo de Navarra con la Cruz Laureada. Y sobre la sepultura fué colocada una placa con una inscripción en la que se lee “Unos hijos de Huelva al inolvidable Mola” (“Diario de Navarra”, martes 18-VII-1961).

Poco después, la Viuda de Mola asistió con la Sección de Damas de la Hermandad, a la Santa Misa anual por los que murieron por Dios y por España el 19-VII-1961 (“El Pensamiento Navarro”, 20-VII-1961).
El que fue director del diario carlista “El Pensamiento Navarro”, Francisco López Sanz, trazaba este elocuente perfil de Mola con ocasión del traslado de los restos mortales:

“Y ahí está el general Mola, el que vino castigado a Navarra y fue el gran premio que a ambos dieron. Porque no nos pudo corresponder regalo mayor. Para el temperamento de nuestra tierra, el de Mola fue admirable. El era un gran militar pero también un gran político en el mejor sentido de la palabra política. Detestándola, como la detestaba, por sus cargos y por sus años, por sus contactos con unos y otros, por su conocimiento admirable de las gentes, poseía un gran arte que era el del disimulo. Así engañó hábilmente a todos los emisarios y generales que le mandó el Gobierno del Frente Popular, para conocer sus intenciones. Para ellos pasó como un hombre apartado de todo, despistado que no se metía en nada y que no quería saber nada de nada. ¡Y era el que llevaba los hilos de todo! El director de la conspiración, y con el que se alzó Navarra y le siguió ciegamente hasta su muerte. Y ahí, entre sus navarros, como hace veinticinco años, reposan también las cenizas del general Mola que, como Zumalacárregui, tampoco entró en Bilbao. ¡Pero entraron sus hombres!” (SAB, EPN, 20-VII-1961, p. 10).

Fermín de Musquilda
Pamplona/Iruña, 9-XI-2016


Jaungoikoa eta ama

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