HISTORIA DEL ARTE
Esta redacción ha recibido la colaboración de una doctora en Historia del Arte, que publicamos con sumo gusto. A buen entendedor, pocas palabras.
EL MONUMENTO A LOS CAÍDOS Y SU VALOR
ARTÍSTICO Y PATRIMONIAL*
En 1986, la Real Academia de
Bellas Artes de San Fernando, conociendo lo excepcional de la obra y la valía
de los autores que intervinieron en su configuración, cuatro Académicos de San
Fernando, emitió un informe en el que animaba al Ayuntamiento de Pamplona a
preservar y mantener el Monumento a los Caídos. En 2002, el Ayuntamiento de
Pamplona lo catalogó como Patrimonio Histórico-Artístico, íntegramente, con
protección Nivel 2, el asignado a los bienes inmuebles con especial valor
arquitectónico. En el mismo año el Gobierno de Navarra hizo lo propio
elevándolo a Patrimonio Cultural. El hecho de ser Patrimonio, debe servir para
que las Instituciones navarras cumplan con su obligación de protegerlo y
salvaguardarlo.
Desde hace tres años estudio
este Monumento con la intención de culminar con una Tesis Doctoral. No somos
muchos los historiadores del arte que nos dedicamos a investigar el periodo
artístico de la autarquía durante la dictadura franquista, pero existimos.
Somos nosotros los primeros que debemos
superar la idea generalizada que asegura
que durante la autarquía no existió otro arte que no fuese el homogéneo y oficial,
el basado en las teorías de Giménez Caballero que apuntaban al Monasterio de El
Escorial como prototipo arquitectónico a reproducir y a Herrera y Juan de
Villanueva como arquitectos estrella de la dictadura. No es así. Sí existió un
arte meritorio con bases teóricas y filosóficas, culto, casi elitista, alejado
de los postulados y simbologías del régimen. El Monumento a los Caídos de
Pamplona es un ejemplo de ello.
Monumento de Navarra a sus muertos en la Cruzada. Foto:J.B.G.2016 |
El proyecto definitivo para
el Monumento a los Caídos lo firmarán, en 1942,
dos arquitectos navarros, Víctor Eusa y José Yárnoz Larrosa que beberán
conceptual, espacial y estructuralmente del Mausoleo paleocristiano de Santa
Constanza (S. IV d.C.) en un intento de revitalización clasicista,
desmarcándose de las doctrinas arquitectónicas oficiales. La Cripta del
Monumento se articula, como aquel, a base de círculos concéntricos reservando
el exterior para el deambulatorio horadado por nichos, que en el caso de
Pamplona, se destinan para el enterramiento de seis voluntarios en representación
de las cinco Merindades de Navarra y otro más profundo, a modo de capilla, para
Sanjurjo. Ocho columnas fajadas rodean la última de las tumbas, la de Mola.
Sobre ella, un óculo comunicaba físicamente cripta e iglesia, con el límite
visual en los frescos de la cúpula, a modo de analogía simbólica entre lo
terrenal (la cripta) y lo celestial (la cúpula).
El alzado definitivo no oculta
el sello de Yárnoz ni la profunda admiración que el arquitecto sentía por
Ventura Rodríguez, en concreto por la fachada de la Catedral de Santa María la
Real de Pamplona, que él mismo había restaurado años atrás y que
reinterpretada, presenta aquí. La cúpula es el elemento principal, que también
existe en el Mausoleo de Santa Constanza pero oculto hacia el exterior por paramentos
verticales y que aquí se hace
visible. Es una de las que pocas cúpulas
que se erigieron en el periodo de posguerra porque encarecen considerablemente
el presupuesto y si atendemos a las teorías coetáneas del filósofo Eugenio
d’Ors, es representación de monarquía.
Fue el propio Yárnoz Larrosa
el encargado de buscar al pintor y al escultor que iban a crear sus obras para
el Monumento. Los encontró en la institución a la que él mismo pertenecía, la
Academia de San Fernando. En 1950, Stolz realizará los frescos de la cúpula y
Adsuara tallará la única imagen que presidía la Basílica, un Christus triumphans, algo inusual en
escultura donde los Crucificados se representan generalmente muertos, no en el
momento previo a expirar. Al igual que en la Iglesia del Espíritu Santo de
Madrid, donde Stolz y Adsuara ya habían colaborado juntos, pintura y escultura
se relacionan y crean una doble lectura compleja, mucho más profunda y
elaborada de lo que originalmente se ha dado a entender, permitiéndose el lujo
de incluir entre los personajes que pueblan los fresco un retrato de Alfonso
XIII, aunque esto nunca se menciona en los documentos oficiales.
Frescos de la cúpula del valenciano Stolz con escenas de historia narrativa de Navarra. Foto: J.B.G.2015 |
En la documentación de
manejo, fue la Diputación Foral de Navarra, la que pidió a Stolz que no pintase
ni emblemas, ni atributos franquistas o falangistas y, en cambio, pidió incluir
enseñas propias del Carlismo, fuerza mayoritaria en Navarra en la elecciones de
1936. En el interior del Monumento, no encontraremos ningún yugo, flechas,
águila de San Juan, ni a Primo de Rivera encabezando la lista de los casi 4500
nombres de los caídos en combate, cosa que sí se hizo en los monumentos y
memoriales que proliferaron en el resto de comunidades. Y lo hicieron así
porque aquella sociedad navarra no se identificaba con el franquismo, ni con la
Falange.
A estas alturas, coincidirán
conmigo en lo genuino y excepcional del Monumento, en que
es merecedor de formar parte del Patrimonio, con todo lo que eso conlleva,
hecho que no debe estar reñido con el reconocimiento a los que más sufrieron la
dictadura, y que calificarlo como “franquista” no es del todo acertado porque,
como ya escribió Javier Tusell, una de las mayores bazas políticas de Franco
fue hacer creer a todos, mediante el decreto que Unificación de 1937, que el
Carlismo era él.
Villar L.
* Derechos de autor de Villar L. sobre el texto y J.B.G. sobre las dos imágenes.
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